Fotografía / Enrique Hernández D'Jesús
SALUDOS PRECIOSO PÁJARO.
Desandar el destino de nuestra lengua en la obra de Ramón Palomares, hasta rozar su mundo, (si el cielo lo permite) andar y salir por esa niebla y poder estarnos en ese encantamiento del ser, mientras él vuelve en la resurrección de otros vocablos, ir por donde su espíritu anduvo antes de esta VUELTA A CASA hasta el abismo y el naciente de la ternura.
Saludos, precioso pájaro.
Y no abandones el oro de las plumas
entre aquellas nubes
ni pierdas el canto en el dominio de los truenos.
No sea que pases del cielo
y quedes preso en los astros....
De ese andar por las regiones, por quien dice y calla en el deseo de escribir como se habla, fue a dar en lo sagrado, a estarse en los astros de un idioma, y en eso convino Dios en darle palabras y más palabras y las llaves de un río que desemboca en el mismo sol. De esa revelación
Baica Dávalos profetizó “Que bastaba decir en voz alta un poema de Ramón Palomares, para que nos volviéramos inocentes”
Andaba el sol muy alto como un gallo
brillando, brillando
y caminando sobre nosotros.....
“cuando un verdadero poeta cruza una lengua la trasforma”, esta indiscutible sentencia del escritor Jorge Luis Borges referida a la obra de Rubén Dario me sirve para sellar mi personal andadura de lector sobre la luminosa escritura de Ramón Palomares. Temprano ya en EL REINO, deslumbra con ese precioso pájaro en las hojas y el árbol de Sardio. Allí trueca rama por savia, averigua y viaja en en la remota luz de la lengua desyerbando siglos de oro.
Nos permitimos ser extraños. Falsos.
Llevar una emoción no sincera.
Mientras andamos, desterrados de nuestro cuerpo
en un interminable paseo.
He aquí el destino, el no estamos solos, si Polimnia deviene en rezo y con un ala sobre la piedra roza el ánima, borra la elegía y se enniebla en lo más alto del cielo y cae a manera de pájaro en el alma de una región. Siglos de agua, de eterna mudanza y ella en la luz de los naranjos en los asuntos del ser aguarda desde Jorge Manrique otra astilla del tiempo; la antigua bendición del universo. A Ramón Palomares nada le distrajo, ni abetos ni mandrágoras desviaron el cáliz de su voluntad en eso de oír y escribir vocablo a vocablo el designio de los seres y las cosas. Entonces acontece el milagro, la espiga de ese imaginario posee su propia arcilla, la gracia del suelo y la lengua es otra, ahora el prodigio se alumbra con palabras recién salidas de sus amados ríos.
con razón una luz de resucitados
ha caído aquí mismo...
Nebrija, Oviedo y Baños , Andrés Bello, Pérez Bonalde, Lazo Martí, Vicente Gerbasi, recuerdo el trato memorioso, el afecto de Ramón Palomares por estos nombres, en la duración de un viaje inolvidable desde Valencia hasta la ciudad de Coro, (con motivo de la bienal de poesía Elías David Curiel) enalteciendo a uno, ponderando al otro, siempre atento al devenir del paisaje y la literatura, en permanente celebración por la frase, el verso que impida la muerte de la invisible tradición. De ese fervor por la poesía ella misma fue otra en esta parte del mundo, pues nunca tuvo en lo escrito esa manera de entrar a un río, ni fue de tan sobrada ternura en el trato de las aves. Qué decir cuando una palabra cede su alma a la página en blanco y se oye como si alguien estuviera a punto de entrar al corazón de una biblia.
AT
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