Fotografía / Leopoldo Guevara / Calle Sucre / Petare
CRÓNICA A LA VIDA
Francis Intriago
Cronista egresada del diplomado Aquiles Nazoa.
Casa de las letras Andrés Bello convenio con el Centro nacional de la historia.
Nací el 26 de agosto de 1975, en el Hospital José Gregorio Hernández, mejor conocido como “Los Magallanes de Catia”. Desde entonces he vivido en el Barrio Isaías Medina Angarita, el cual queda cerquita del hospital. Desde niña estuve involucrada con las artes, y hasta me creía una buena lectora, pero para mí la crónica estaba asociada con las balas, los robos y los asesinatos; es decir, estaba relacionada con una muerte anunciada.
Desde niña me la he pasado esquivando proyectiles y delincuentes, a tal punto de caer en la paranoia; pues a donde apuntaba mi mirada, solo podía ver una pistola y la mano que apretaría el gatillo. Y ni hablar de oralidad, mis oídos estaban activados para escuchar las historias más espeluznantes de asaltos y criminales, haciéndome caer en crisis de pánico constantemente. Una vez mi madre me dijo “estás a punto de psiquiatra”; casi lo estaba, por más que enfocaba la mirada, sólo podía ver esa miseria que invade nuestros barrios venezolanos.
Pero llegó un nuevo día, un día de Septiembre de 2017, en el que conocí al Maestro Antonio Trujillo y su Diplomado de Cronistas Comunales, mostrándome la verdadera crónica; ésa que está ligada a la vida, a la magia, a la poesía. Descubrí aquellas historias que nunca me contaron, que nunca aprendí en la escuela, como las Crónicas de India, historia local y regional; y todas aquellas que están ocultas en los barrios, en las calles, en las esquinas. Comencé a ver personajes que no conocía, aunque siempre han estado allí, haciéndonos conocer nuestro país y nuestra historia a través de las letras. También encontré personas talentosas con mis mismas inquietudes y ansias de saber, los cuales nunca había logrado ver por estar presa del miedo, pero que allí estaban, en una plaza, cruzando la calle, doblando una esquina.
Pero lo más fabuloso que descubrí en ese transitar del aprendizaje, fue que por primera vez comencé a mirar a mi barrio, a ese mismo barrio que me daba miedo y me avergonzaba; y alcancé a mirar más allá, miré a mi ciudad y a mi país. Por primera vez observe a mi gente como verdaderamente son, con sus sueños, miedos y virtudes; comencé a ver y a escuchar las historias maravillosas que en el barrio se ocultan, que nadie ve, que nadie escucha. Descubrí que la crónica no está ligada a la muerte sino a la vida, que no necesitamos ser héroes para hacer historia, que cada uno de nosotros constantemente la está escribiendo y que un día serán escuchadas y leídas por nuestros hijos, nietos y todo aquel que se atreva a mirarla.
En el pasado me daba vergüenza decir que era de un barrio, hoy en día me siento orgullosa de haber nacido en Isaías Medía Angarita, porque en él están sembradas mis raíces, y sin raíz no hay vida… En resumen, la Crónica me hizo ver eso, LA VIDA; y no sé si los malandros se fueron a Colombia, Ecuador, Perú o Argentina; lo cierto es que ya no los veo, porque mi mirada se enfocó en la historia de mi barrio, en la historia de mi gente, en la historia de la vida.
Caracas, Noviembre de 2018
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TESTIMONIO
Leopoldo Guevara
Cronista comunal
Petare, 2017 -2018
Este trabajo testimonial lo realizó el cronista comunitario Leopoldo Guevara al Sr. Laureano Guevara. Lugar: Plaza Sucre de Petare, en tres sesiones equivalente a tres mañanas, en enero del 2017.
Laureano es hijo del Pueblo de Petare y actor permanente de los diversos cambios acontecidos en este espacio a lo largo de estas últimas décadas. Él nos cuenta de manera jocosa y agradable la mutación histórica-social que se ha operado en este cantón partiendo desde su más tierna edad, inicio de los años cuarenta, hasta finalizada la década de los años cincuenta. El entrevistado aclara que va a hacer uso de la memoria lo mejor le sea posible ya que no cuenta con aquellos recursos que le permita exponer con precisión las fechas de los acontecimientos que va narrando como grabaciones, periódicos, cartas o fotografías. La encuesta la realizó Leopoldo A. Guevara, participante del Diplomado en Crónicas Comunitarias dictado en la Casa de las letras ¨Andrés Bello¨, acuerdo Casa de Bello y Centro Nacional de la Historia. Dirección y coordinación Prof. Antonio Trujillo; poeta y cronista de San Antonio de los Altos (Miranda) y director de la Revista Nacional de Cultura.
“Laureano Guevara”
"__ La Dolorita, las Tapias, la Guanasnita, Güere-Güere, Bucaral, las Tapias, Cabeza e` Tigre, Carimao. Todas estas haciendas yo las conocí y las caminé desde que era muchacho y hasta trabajé en algunas de ellas en la cogida del café. Petare la componen una porción de haciendas, pero yo no nací en el pueblo propiamente, yo nací en filas de Mariche en la hacienda Carimao el 04 de julio de 1936. Hoy día no queda nada de lo que fue aquello. Hoy todo es barrio y tarantines de comercio, lo que antes fue café, siembras variadas y crías de todo tipo para la comida de caracas y todos estos alrededores. Mi nombre de pila es Berto Laureano Guevara pero cuando mi mamá me presentó en el pueblo en la prefectura solo me asentaron Laureano y me volaron el Berto quedando con un solo nombre: Laureano; y con un solo apellido: Guevara que es el apellido de mi mamá. Sin el apellido de mi papá que es González. Bueno, cosas de antes.
Este casco colonial se conserva bastante parecido a como era antes cuando yo era jojotico. Lo nuevo aquí son algunas construcciones y edificaciones que levantaron cuando Pérez Jiménez y Betancourt; uno que otro cambio y reacomodo en éstos últimos años. Lo que si cambió totalmente fueron los alrededores porque anteriormente había cañaverales por todo esto y todos aquellos cerros que tenemos ahí al frente, café es lo que había… ahora pele el ojo y fíjese usted lo que hay. Jejeje. Las aguas limpiecitas del Caurimare llegaban al pueblo desde el cerro el Ávila. Contémplalas como están ahora...toda sucia. Por los años cincuenta aquí mismo en la Plaza llegaban autobuses que venían desde Caracas y que iban pa`Guarenas, Guatire, Barlovento y Santa Lucía. Aquí al frente tenían su parada. Ahí donde señala mi dedo quedaba un bar que se llamaba bar Sucre como el nombre de la esquina, en el interior de ese bar se tomaba aguardiente lavagallo por copita chiquita, caraquita o mediajarra y también había piezas de cuarticos que podías pagar en alquiler por un ratico por si te salía un chancesito o un tirito con una mujer o con alguna mesonera del local que aceptara la propuesta. En esta misma calle se estacionaban los autobuses para dejar y recoger pasajeros y luego cruzaban frente a la prefectura siguiendo su camino. Entraban al pueblo subiendo por la tunita y bajaba por la calle Miranda que es esa calle de ahí.
Con todo y los problemas tan serios que se viven actualmente en mi pueblo yo prefiero este Petare. El de antes era muy cuesta arriba y problemático. Se trabajaba mucho y fuerte por muy poca paga. Andar todos estos caminos de todas estas haciendas no era nada sabroso. Trabajar a pata`pelá por los terronales de los tablones de caña o coger café bajo un palo de agua; bajá de Mariche volviendo a subir por trochas y cañaotes no era nada fácil y por aquellos tiempos no todo el mundo tenía un burro pa` trasladarse por estos montes. Mi papá algunas veces se traía un burro prestado si venía desde filas de Mariche con alguna verdurita y unas gallinas para venderla aquí en el pueblo. Pero esa bestia no era de nosotros, era de la hacienda.
Cada quien se las arreglaba como le era posible y así se venía o se iba del pueblo cada quien a sus montes. Algunos en caballos, burros, carretas y los amos de las haciendas tenían sus carros bien lujosos. Pero la mayoría se trasladaba a punta de alpalgata… jajaja, así es como eran las cosas en todo aquello que ya pasó.
Algunos caporales o dueños de hacienda te prestaban un animal de carga para alguna diligencia en el pueblo si te cogía cariño o si veían que tú te fuñías como los buenos cogiendo café o echando machete en las cañas. Pero algunos amos no les gustaba estar prestando sus burros porque luego de la diligencia aparecía el aguardiente y en muchas ocasiones los animales terminaban llegando con la sola enjalma sin jinete, y éste aparecía al siguiente día vuelto un coleto. Esas cosas no les gustaba a los dueños de las haciendas.
El propietario de la hacienda las Tapias era un señor llamado Don Juan Gómez y ese hombre era delicadísimo con sus animales de carga.
Un buen trecho más allá quedaba la hacienda la Guanasnita que era de una familia de apellido Sosa y estos amos sí que eran más buenos con sus jornaleros de confianza. Todo el terrenal desde la pata del Ávila por la zona de Galindo hasta la puerta del golpe que es una de las entradas para poder pasar hasta este cantón; todo este espacio era la hacienda Urbina. Para los tiempos en que yo era un muchacho esta hacienda era de un Sr. Llamado Raimundo y era tan agalludo que todas las finquitas de los alrededores suyos las fue comprando poco a poco y las unió a todas bajo un solo título : Hacienda de Caña la Urbina. En algunas de estas fincas vivíamos por temporadas alquilados mientras mis padres eran braceros de las cosechas de caña y éramos muchachitos todos nosotros. Unos tiempos estábamos arrendados aquí o allá; sea en la finca Arvelo, la viuda, Marrón, las verdes o Moreno<< según la safra>>, también éramos usados como obreros dentro del trapiche. En mi infancia lo que hice fue trabajar. En el pasado los niños trabajaban en alguna labor, ya sea en la casa o en las faenas de la tierra, pero uno tomaba eso como un juego; lidiando en el monte con las culebras, cargando el agua en latas o camasa, recogiendo bajeros de caña...el sol o la lluvia. El muchacho gozaba una bola. Jajaja. Yo recuerdo bien clarito que mi mamá en algunas zafras de la caña, allá en la Urbina, era empleada por la hacienda para recoger los bajeros. El bajero eran las hojas secas de la caña dulce, mi vieja y muchas personas eran ocupadas en esta labor y se hacían bojotes de estas hojas. Había una medida para este bojote y lo pesaban en la balanza de machete. Yo andaba detrás del justán de mi mamá recojiendo bajero, ella lo amarraba con cabuyas y luego con un rollete sobre la cabeza lo llevaba hasta el trapiche. Con éstos bajeros es que prendían los hornos para la fabricación del papelón y el aguardiente. Mamá también se llevaba a mi hermano Alejandrito y si la cabeza no me falla nosotros tendríamos, unos 10 o 11 años y los otros hermanos más chiquitos se quedaban en el rancho con las hermanas más mayorcitas que nosotros, Mercedes y María tendrían unos trece o doce años, más o menos. Cuando yo tenía unos doce años de edad, y bien clarito que me acuerdo, mi madrina María Delfina Guevara apareció un fin de semana por el rancho a visitarnos. Mi madrina es prima hermana de mi mamá y entre habladera y más habladera de mujeres mi madrina Delfina le propuso a mi vieja le permitiera llevarme para donde ella trabajaba en los chorros; para que realizara un trabajo más suave ganando algún dinerito acorde con mi edad y así ayudar con alguito en las carencias del rancho. Mi madrina trabajaba como cocinera en una mansión de los chorros, "quinta Morisca". Los dueños eran Don Julio Coll y la Sra. misia Emma de Coll. Tenían un hijo llamado Julito Coll, que más adelante fue concejal en Petare...aquí mismo en este Concejo que tenemos aquí al frente. Aparte de mi madrina también recuerdo que en aquella mansión de los chorros trabajaba una señora llamada Porfiria que era una vecina del sector cerro Monagas que ahora le llaman el Cerrito de Petare. A esta señora le gustaba más de la cuenta jalar aguardiente. En honor a la verdad esta mujer era una borrachita hasta que un día cualquiera de aquellos la mató un carro. También recuerdo a la señora Justina Rojas Blanco que era empleada de la familia Coll de los chorros. Esta Justina era vecina de Boleíta y con el pasar de los años se emparentó con mi familia porque sus hermanos: Enrique y Juan se unen en matrimonio con dos de mis hermanas: Carmen y María.
Hablo de todo esto para explicarte que los muchachos de antes tenían que ponerse a hacer algo desde chiquitos. Ahora las cosas son diferentes.
En la mansión de los chorros Misia Emma me encomendó el Cuidado de los jardines y esa era mi ocupación, pendiente de pasar el rastrillo y amontonar las hojas y tener los espacios limpios por donde pasaba el carro de la familia y recoger los mangos que se caían de maduros y ponerlos en bolsas en el portón de la calle, regar y apodar las matas de margaritas, rosas, coquetas, trinitarias y cuarentonas. Aquí con misia Emma yo me puse medio mingón porque la misia me trataba con mucho cariño porque todavía era bastante muchachito. Por aquellos tiempos mis papás vivían en la hacienda Moreno de la Urbina yo me iba a los chorros y me regresaba a pie por la carretera de tierra que con los años es la que ahora llaman la Rómulo Gallegos.
Nosotros caminábamos mucho. Cuando nos tocó vivir en las serranías de Mariche, solo por una urgencia bien grande es que bajábamos hasta el pueblo toda la familia, de resto sólo bajaba mi papá cada quince días. La familia bajaba en la pascua o en carnavales y también en la semana mayor para pagar alguna deuda pendiente con algún santo de esta misma iglesia que tu estás viendo aquí. También se venía al pueblo para presentar algún muchacho que ya había nacido una porción de tiempo atrás. Por esta razón algunos de nosotros no teníamos la fecha justa del nacimiento según lo presenta la cédula de identidad. En diciembre nos traían a esta misma plaza Sucre para que viéramos un nacimiento grandote que los gobernantes junto con la iglesia hacían en este sitio, exactamente aquí, al lado del Concejo. Puedo recordar también cuando el presidente Angarita o el maestro Gallegos tenían animales reales aquí en la plaza como si esto fuera un parque, pero lo que mejor recuerdo son unos caimanes porque era lo que más me llamaba la atención. Nos traían en carnavales y todo era cadenetas de papel de papagayo y papelillo por todas estas calles, la gente se disfrazaba, se divertía todo el mundo sanamente arrojando caramelos y papelillo. La municipalidad en estas fiestas del pueblo traía artistas famosos al cine Miranda, el encanto y un teatro que estaba por allá abajo en la redoma que si mal no recuerdo era el Pompeya; también había los toros coleados. Las fiestas donde venía más gente aquí al pueblo y las más esperadas por los promeseros eran las de la virgen del Carmen y la de nuestro patrono " el buen Jesús de Petare" que es nuestro Señor Jesús pero cuando era chiquitico. "Cosa bien rara… verdad". Recuerdo bien clarito aquellos carnavales en que los organizadores acordaron con el Concejo Municipal habilitar la calle Miranda, "esta de aquí de este lado", desde la Plaza Sucre hasta la panadería Rival, luego se dejó de hacer aquí porque y que un toro mato a un hombre llamado (él) “Víctor Pérez”... mentira, que toro ni que ocho cuarto… Lo mataron de un tiro; vaya usted a saber. El próximo año organizaron los toros coleados en el sector Caruto de la línea, " mira pa' allá, por aquellos lados". Jejejeje...se ha desarrollado una sampablera tal, jejeje, en esos fulanos toros porque se salió de la manga un animal bien bravo y todavía anda gente corriendo jejeje, desde aquellos años. Jejeje, figúrate tu.
En una de las celebraciones de nuestro santo patrón los organizadores celebraron los toros en un terreno grandote de puro gamelote y junco porque to'eso era una lagunita perenne que antes era parte de la hacienda Güere-Güere, hoy en día está el Unicentro el Marqués.
Antes había mucho respeto. Usted iba a las fiestas del pueblo y echaba bastante broma y gozaba un puyero, pero con mucho respeto y consideración entre uno mismo. Dígame, a las mujeres y a los niños se le respetaba mucho. Antes por todo ésto, tanto el casco colonial como los alrededores había un cuerpo de policía para imponer el orden y atender uno que otro desbarajuste. Estos policías eran llamados policías de punto. Había uno en los portales, donde empezaba la calle la paz y la calle Vargas (que era llamada por los viejos de antes la calle zorrocloco y que desembocaba aquí en el callejón Z ), y en esta plaza había otro policía fijo y en la agricultura en la "Puerta del golpe" había otro, esa calle se llama la Libertad. Estos agentes estaban bajo las órdenes del Concejo Municipal. Y no se formaban como policías en ninguna escuela porque antes no había eso. Lo que habían era hombres guapos y cuatriboliaos muy buenos con el garrote y el machete. En las haciendas y caseríos existían los comisarios y éstos eran vecinos de esas zonas. Yo recuerdo todavía que en el recién fundado barrio Bolívar de la Urbina había un encargado del orden llamado el comisario Valladares. Y en barrio Unión de Petare el encargado de poner el orden era uno que llamaban el comisario Coleto y cuando cayó Marcos Pérez Jiménez los vecinos le montaron casería para capturarlo y lincharlo, porque ese ser era de muy mala entraña...era bien fregao de verdad.
Se me vino a la memoria un recuerdo de cuando yo era bastante muchachito. Cuando era niñito nos tocó vivir un tiempito en la hacienda de café "La Guanasnita" de filas de Mariche y mi mamá organizó un fiestecita o reunioncita en el rancho. Como se pasó la hora de la reunión que estaba permitida por las autoridades hasta las doce de la noche (la policia quedaba ahí pegada del concejo), apareció de repente un comisario, un carrizo malencarado y altote llamado Julián Torres y se trajo a mi mamá presa hasta el pueblo y la metió aquí donde te estoy señalando, frente de nosotros...ahí quedaba la prefectura como te dije primero. Imagínate tú, desde la Guanasnita que queda bien lejos, hasta aquí, por una pendejada.
Se trajo a mi papá preso por desobedecer una ordenanza impuesta por la prefectura. Antes había que sacar un permiso para hacer una fiestecita de niñitos en la casa y este permiso costaba unas tres lochas. Mis padres como no bajaron previamente desde Mariche a pagar este impuesto, por esa zoquetada los trajeron preso.
Viviendo por todos esos montes, nosotros los muchachos por lo general no éramos traídos al pueblo, mamá tampoco pero papá si bajaba constantemente cada ocho o quince días y la hacienda le prestaba un burro y bajaba alguna mercancia del monte, cualquier verdurita, unas cuantas gallinas o también huevos y los colocaba en los comercios de los Portales. De regreso al rancho llevaba papelón, sal, géneros para que mamá nos hiciera los justanes del diario, pero en honor a la verdad lo que más traía a mi papá al pueblo era el juego de dados, el ajiley, las peleas de gallos y el aguardiente. Eso lo distraía bastante de tanto chivirital y culebras en esas serranias de por estas filas.
Cuando mi papá era joven le gustaba por demás las barajas, los dados, los gallos y cuanto juego había; esto lo juntaba con el aguardiente de la caña, “y que más pues, si ahí cerquitica tenía el trapiche”. Muchas fueron las ocasiones en que el burro llegaba solo a la hacienda con el mandado amarrado a la enjalma y el animal llegaba porque esos animales no toman otro camino que no sea donde tienen su lambedero, por lejos que estén de su rancho.
Nos movilizábamos por trochas o rutas accidentadas que eran los senderos de por todas estas montañas. Pero no eran caminatas de días, no, que vá. Depende del sitio de Mariche del que se partía la gente se echaba varias horas. Fíjate tu, por ejemplo, si tú salías de madrugada de Mariche lejos; la Vuelta del águila, Bucaral, Caballo mocho llegabas poco después del mediodía al pueblo gracias a las picas y los desechos porque se ahorraba bastante tiempo. Otra cosa, el tiempo que uno se echaba dependía mucho de la diligencia que lo traía a Petare o Caracas. Porque si venia arrebiatando un enfermo y no contabas con un carro, una carreta o una bestia el traslado ameritaba pernoctar donde algún vecino en alguna hacienda y se continuaba el siguiente día.
Cuando ya estábamos grandecitos, que ya caminábamos con agilidad, nuestros papás comenzaron a llevarnos al pueblo. Salvo emergencias que obligaban bajar a toda la familia, papá pagaba el traslado a algún conocido que tuviera un carro o una carreta. Cuando bajábamos a pie al pueblo, varones y hembras nos amarrábamos las alpargaticas a la pretina del pantalón o al justancito en el caso de mis hermanas y faltando poquito para llegar a los portales, <<en la batea del Caurimare>>, o bajando por Mesuca desde Mariche, nos lavábamos los pies en algún paso de quebrada o caño que por todo esto abundaba y nos poníamos las alpargatas para andar decenticos por estas mismas calles.
La ropita del diario era así: un pantaloncito corto sin nada más o si acaso un mocho e` franela. No usábamos interiores, jugando y pegando carrera por el tierrero del patio. Luego que mamá nos bañaba por la tardecita nos ponía una ropita limpia y nos daban un pocillo de guarapo(café) con bizcocho de manteca, o sino, un trocito de queso con un trocito de papelón que eso era una chuchería muy apreciada por un niño, hasta que llegara la hora de la cena y casi de inmediato a los catres.
Mis hermanos usaban vestiditos o justanes que así le llamaban. Unos camisoncitos. Esa era la ropita del diario de las hembritas. Como ya te eché el cuento, cuando nos traían aquí nos ponían un pantaloncito corto o largo bien limpiecito y la franelita o camisita manga corta y sus alpargaticas, pero estos calzados nos los enclichabamos ya casi para entrar al pueblo. Antes en todo el trayecto la traíamos colgadas de la cintura para no desgastarla con la caminata desde tan lejos. Para sostenernos los pantaloncitos nos ponían elásticas. Las hembras eran envueltas con vestiditos largos con dibujitos de florecitas o animalitos. Estas ropitas de nuestra niñez eran cortadas y cosidas por mi mamá, con cortes de géneros que se le compraba a los marchantes musiús que pateaban todos éstos lugares. Llegaban a los caserios y gritaban: "Corte barato… marchante" Otra cosa bien cojonuda que cuesta una bola creerlo en estos fulanos tiempos. En aquel pasado el trigo venia empaquetado en bolsas de tela. Eran unos sacos blancos como para contener unos cinco kilos o diez, no recuerdo. Esta envoltura de tela tenía unos letreros con el nombre de la marca de la empresa empaquetadora. Y el número de kilos que contenía y la dirección de la empresa empaquetadora de ese trigo. Mi papá hablaba con los panaderos para que le regalaran esos saquitos vacíos y con estas telas mi mamá nos hacia los interiores y las pantaletas para todos nosotros. Éstos saquitos blancos o mochilitas luego de lavados y planchados era una tela tupidita y resistente.
Los problemas leves de salud y esas cosas eran atendidas en el pueblo de Petare, o pasados a Caracas por los boticarios quienes habían estudiado y conocían para que servía cada remedio según la dolencia y uno que otro médico que atendía aquí. Pero en términos generales los problemas que uno padecía por ahí por esos cafetales donde uno vivía eran tratados por ciertos facultos que sabían bastante y se le tenía más fe que a los médicos estudiaos. Los jodedores le decían matasanos. Los ensalmadores, curiosos o brujos como comúnmente se les llama a estos seres te atendían de todo: descomposturas, pásmos, torceduras, quebraduras, cuerdas huidas, picadas de culebra, contras para protegerte de daños y ojerizas puesto por la gente con caballito en los ojos, envidias, picadas de avispa, alacranes, pásmos... ese ya lo nombré no? . Estos hechiceros también te alentaban los animales que padecían algún daño o dolencia echados, como los casos de diarreas por mal de ojo, gusaneras naturales o puestas, o daños puestos en los corrales para que las garrapatas y los murciélagos te comieran las vaquitas y los burros, o si no, te hacían un trabajito en la parcelita para que los bachacos no te cargaran el maicito o te desguazaran cuanta yuca metias en el conuco. Estos problemas no lo podían ni lo pueden hoy atender los doctores, eso es trabajo de curioso.
Mira ésto, mi mamá no era bruja pero ella atendía partos cuando era necesario y atendió a un porción de mujeres allá en las haciendas de Mariche y aquí mismíto en la Urbina. Ella le sacaba los muchachos a la mujer y les cortaba el ombligo y estas criaturas automáticamente pasaban a ser ahijados de la partera. También lo llamaban ahijados de ombligo. Tenía ahijados por to`éstos alrededores, vivítos y coleando todos, jejeje. Esos partos sí que eran seguros para la mujer y el niño, pero ahora con los médicos uuuuhhh...no es igual.
Como te dije enantes, los muchachos no estudiaban por dos razones, primero porque casi no habían escuelas y segundo la tierra. Solo piensa un poquito que a todos los muchachos los pongan a estudiar qué va a comer la gente? , porque cada viejo o cabeza de casa tiene seis, ocho o nueve hijos; las hembras están en el rancho con las mujeres y los varones a echar machete y escardilla doblando el lomo en los surcos. Ahora, dime por favor como los hombres que salen a ganarse un jornal pueden mantener a esa muchachera que están estudiando metidos en una escuela sin producir un solo palo e' yuca, una cabeza de ocumo o una cepa e' ñame. Por eso es que los únicos que salían a estudiar eran los hijos de los hacendados y uno que otro hijo de conuquero que éramos nosotros mismos; lo más lejos que llegamos fue a las primeras letras. Solo aprendíamos a leer y escribir, roliaíto, tu sabes. Como colegio colegio, el más viejo de por to' esto es el colegio Arocha. Aquí había cuatro escuelas y una de ellas aquí en la calle la Tunita, (bajando por esa calle de allá..más abajito) aquí mismo al frente; esa escuela era solo para niñas, no recuerdo el nombre de esa escuela. Había una escuelita en el samán, sector las verdes, en esa escuela estudio Rufo y Margot, porque era la que más cerca quedaba de nuestro rancho allá en Moreno.
Yo también aprendí alguito, así me defendía registrando cualquier periódico revisando los números de la lotería. Jejeje. Tu sabes, Pa` distraerse de la esclavitú diaria.
Nosotros somos ocho hermanos, cuatro hombres y cuatro mujeres. Vivos. Pero el hijo mayor de mi mamá que se llamaba Pablito se murió bien chiquito y no era hijo de mi papá. Mi comadre Mercedes tampoco es hija de mi papá. El papa de ellos según dicen era un señor llamado Paulino Freites y él falleció estando mi comadre Mercedes bien muchachitica. Los hijos de papá y mi mamá son María, Alejandrito, Carmen, Yo, Guillermo, Rufo y Fernanda. Mercedes y Pablito eran hijos del otro señor, que Dios lo tenga en su Santa Gloria.
Mi padrino era el Sr. Ricardo Cruz. Él trabajaba ya de viejo en el hospital Pérez de León. Pero de joven fue un personaje importante en el Pueblo porque tenía carretas para sacar y comercializar arena del rio Guaire. Más adelante compró un camioncito y agilizo el negocio de la arena por todo éste Petare. Ese era mi padrino Cruz.
Son muchas las cosas que he podido ver y me gustaría decirlas, pero algunas se me escapan, cualquiera cosa que se me aparezca en la cabeza después te las cuento cuando tu vengas poraí. Jejeje.
Fíjate en este caso. Por medio de mi padrino Cruz y estando yo sagaletón de unos veinte años más o menos. Déjame afiná mejor la cabeza. Resulta que en aquella oportunidad llegó a Petare un señor Llamado Emilio Rodríguez que venía desde barlovento buscando mano de obra para construir la iglesia de Higuerote. Un vecino de la Urbina me dio el pitazo y mi padrino me alertó que tuviera cuidado si no era Higuerote y después nos llevaban a Birongo porque esa vaina era demasiado peligrosa por allá con esos brujos del carajo. Que me fuera a trabajar, pero seguro de que era el sitio de higuerote. Estuve en barlovento durante dos meses. De los que fuimos de Petare, a dos nos ocuparon como paleadores de arena para llenar el camión porque éramos más empulpaos. La arena la sacábamos del río Curiepe y cada camión no los pagaban a 3 bolívares, más la comida y un ranchón donde poder dormir.
Jajaja, ya me acorde de algo. Jajaja. Cuando el municipio Sucre compró los terrenos de la Urbina y ya no se siguió sembrando caña de azúcar todos estos terrenos duro mucho tiempo baldíos y poco a poco portugueses, españoles y uno que otro italiano trabajaban sembrando todo tipo de hortalizas por todos estos espacios. Trabajando Guillermo y yo en algún momento con un portugués de aquellos, el portugués nos dio trabajo en las hortalizas y una vez lo vimos que colaba el café en una media de las que se pone uno en las patas, jejeje. Una media usada y remendada. Esa vaina por más que sea dá grima. Cuando mi hermano y yo contamos el asunto del portugués en la casa, toda la familia lo bautizó, no a éste portugués sino a todos los portugueses como personas cochinas y desasiadas. Solo imaginate la mamadera de gallo aquella vez por el asunto de aquel colador de café. jejejeje.
Como te conté primero, en aquel espacio de allá junto de la esquina había como un laguito y ahí había unas cuantas babas o caimancitos y en los palos tu veías iguanas grandotas bien mansitas que paseaban por todo ésto sin huír porque sabían que las gentes no la iban a embromar.
Y siempre en éste lugar de la plaza se colocaba el fotógrafo. El fotógrafo siempre estaba los fines de semana y se llamaba el Sr. Luis Girón. La cámara era de manga. El Sr. Luis Girón en los días de la semana se ubicaba al lado del colegio Arocha(frente a la redoma). La cámara era un cajón a la altura del pecho de un hombre, tres patas largas como las de una garza y una manga anchota, el fotógrafo metía la cabeza y enfocaba a la persona o el grupo y con el disparo de la cámara dejaba a las personas pegadas en un cartón. Jajajaja.
En cuanto a los difuntos eran velados en la casa. Al morir la persona había que notificarlo a la prefectura, ellos iban a verificar los hechos y preguntaban todo lo que tenían que ver con la enfermedá, la camorra o la causa en sí que iba a llevar al hombre al güeco. Eso era una preguntadera y preguntadera. La familia se encargaba del velatorio y si era muy pobrecita, el concejo municipal tenía un servicio de atención que te entregaba una urna en condición de préstamo y luego de llevado el finado al campo santo los sacaban de la urna, lo ponían en el hoyo y luego había que trasladar la urna a la comisión de ayuda Popular. Pero hay que aclarar una cosa, no siempre pasaban las cosas así; en veces las calamidades eran otras y los tiempos también eran otros. El pueblo padecía épocas duras y le tocaba trances bien complicados y el concejo no tenía como ayudar a nadie por mas pobrecita que fuera la familia necesitada. Pero a veces el Pueblo estaba bien favorecido con su comercio, las siembras y las crías y entonces en una situación de organza las autoridades podía regalar la urna...donarla al necesitado.
Que yo recuerde no llegué a ver algún servicio funerario público, sólo en las casas. Se daban ocasiones que de las haciendas bajaban algún enfermo muy grave en hamaca y en el camino moría la persona, entonces llegaban los cargadores al pueblo con su muerto encima para que las autoridades actuaran según el caso. Sí, antes había mucho respeto por este tipo de calamidá y los dolientes se ponían en la manga de la camisa a la altura del brazo una cintica negra en todo elrededor o un botón forrao en tela negra colocado visible en el bolsillo de la camisa; así las personas entraban en conocimiento de que había un dolor de luto y le daban el pésame y le dejaban tranquilo en paz. Evitando que los echadores de varilla y mamadores de gallo molestaran en ese dolor.
En cuanto al respeto, también hay que hablar de la semana mayor. De verdad que éstos días sí que eran bien serios imagínate que no se bailaba, no se cantaba, no se gritaba, no se lavaba la ropa, no se pilaba, no se martillaba, no se iba al monte a buscar leña, no se cazaba en el monte, no se bañaba uno por miedo a convertirse en pescao, no se clavaba un clavito porque era Nuestro Señor quien estaba recibiendo el martillazo. Así eran aquellos tiempos. Puro rezar y acompañar los pasos de los santos por todas estas calles después que salían de la iglesia hasta que volvían a entrar, rayando la medianoche. Pasada esta semana tan sagrada, ahí sí, uno volvía a la normalidad de la vida y se comenzaba por quebrar la olla; que no era otra cosa que convidar a la mujer al catre o la hamaca. Desde bien muchachito yo oía en la conversación de los viejos, cuento tras cuento y más historias de cosas que pasaban a las gentes abusadoras que no respetaban la Semana Santa. Cabezas porfiadas que se metían en el chinchorro o la troja <<a puyar>> y se quedaban pegados como los perros y después tenían que ir a buscar a un cura que hiciera un misterio de la iglesia para que se despegaran. Parece una jodedera pero eso pasaba antes. O si no, salía un hombre al monte a cazar y después se perdía persiguiendo un venado que tiraban y tiraban y no lograban encontrar. Otros que se bañaban en los ríos estos días santos y se volvían pescao y desaparecían en las corrientes de las aguas.
Mi papá mismo un día contó una situación bien seria, que hoy día yo de hombre analizo, no se qué tanta verdá pueda ser ; “Si lo sagrado de éstos días o el aguardiente que tenía en la cabeza”, lo cierto es, según cuenta papá, que salió de aquí abajo en los Portales rumbo al rancho bien lejos por allá en filas de Mariche. Se había quedado jugandito echándose los traguitos y lo cogió la noche aquí en el pueblo. Más allá de limoncito o Carimao, no recuerdo bien donde dijo; el burro se alebrestó y se rehusaba a seguir el camino. No había manera, chaparro y chaparro y el burro corcoveando buscando la manera de devolverse. Y sabe una cosa, que mi papa se puso como una panela de hielo y del temblor se le pasó la borrachera en el momento que pudo identificar en el camino los rostros iluminados por luces de velas al finado Víctor González, <<su papá>> fallecido hacía un porción de años, a su hijo Enriquito fallecido cuando estaba días de nacido y a Lino González <<su sobrino>>, hijo de su hermana Luisa González. Conqué necesidad. Menos mal que no se volvió loco y llegó al rancho casi amaneciendo, pero al menos el animal decidió seguir su camino por toda esa serranía. Estas cosas las cuento porque sí las ví. Yo siempre he vivió aquí en Petare y otras que no las vi me la contaron gentes bastantes serias de mi estima que estoy seguro que no iban a estar inventado cosas.
“¿Tú estás viendo aquel carrizo que va en aquella acerca, con el bastón y la gorrita?” "Ese es Alpidio" nosotros de jóvenes vivíamos en las Tapias porque éramos vecinos pués. Por aquellos tiempos sí que parrandeamos bastante, porque ya éramos grandes y ganábamos un sueldo y le estábamos cogiendo el gustico a los palitos y nos íbamos a los botiquines a pasarla bien oyendo la música molida. Había unos botiquines que tenían vitrola y eso para nosotros era maravilloso porque uno creció asistiendo al joropo con guitarrita, maraca y buche, si no, … arpa, maraca y buche que es lo correcto. El joropo se debe hacer es con arpa, no con guitarra o cuatro. Pero si no había arpa, los que sabían tenían que echarle dedo al cuatro o a la guitarra; pero igual alpargateabamos bien bueno, oyéndose bien sabroso y el caserío bailaba contento. Bueno, aquel amigo, el que acaba de pasar, mi hermano Guillermo y yo, un tiempo agarramos el vicio de coger camino hasta la Guanasnita; allá en un botiquín nos encontrábamos con Juan Aguirre, Ricardo o Paulo. Algunos de ellos llegaron bien lejos porque fueron Caporales de algunas haciendas con el pasar de los tiempos y un caporal ganaba más plata que un obrero sencillo. Habían unas putas o mesoneras pero éstas mujeres trabajaban era por aquellos montes de Mariche, no aquí abajo en Petare, aquí la vaina era otra cosa. Las mujeres que trabajaban por estos lados no le gustaba estar trabajando por esos montes tan empinado. A la vitrola le decían música molida porque tenía una manilla como si fuera un molino de moler maíz. Estos aparatos musicales los vendían en los comercios como cualquier otro artículo de uso público. Se podía ver en las casas decentes al igual que en los botiquines que era un lugar público. Me acuerdo que se oía por aquellos aparatos la canción “Compadre Pancho”, "La Pilandera“, La Múcura” y “Se va el caimán”. Jajaja. Yo gozaba un puyero oyendo la vitrola pero no sabía bailar, sino hubiera sido más bueno. Jajaja. En este botiquín había un garito. Unas Putas pués. De las Tapias subíamos a patica hasta las Guanasnita para hablar paja con las mujeres, oír música y los palitos. Subíamos Ubencio, Guillermo, Alejandrito y yo; por allá nos conseguíamos con otros jodedores conocidos que nombré primero : Alpidio, Juan Aguirre, Ricardo o Paulo, un fin de semana estábamos unos y otros no; la siguiente semana otros sí y faltábamos algunos. Todos éramos vecinos de las haciendas y contemporáneos de edad. Estábamos encebaítos en esta Guanasnita.
Aquí la cosa era distinta. En los Portales había unas piezas y uno pagaba unos realitos, pasaba con la mujer y echaba un tirito y listo. Pa' fuera. También alquilaban piezas en una casa que quedaba en el Cerrito. Otro sitio quedaba por las Brisas, aquí te alquilaban la pieza por unos cuatos bolivitas. Pero donde sí quedaba un burdel, como tal, porque era un local con caña, rocola y las mujeres esperando a los clientes era en los Dos Caminos, al lado del cine Virginia. Todos los zagaletones de por los lados de Boleíta, los Dos Caminos, Chacao y Petare estaban cebaitos en este lambedero de pelos. jejejeje.
Mis primeros pasitos con los palitos los dí como a los catorce o los quince años. De verdad que el ejemplo que uno veía de los mayores en el pueblo y por todos esos montes no era el mejor en lo tocante al aguardiente. En los tiempos de antes, sí que te daban una educación bien fuñía, bien templada pués. Esto en cuanto el respeto a las personas y la propiedad privada; pero el uso del lavagallo, el chimo y el tabaco se podía ver en muchos menores de edad. Por un lado el fulano machismo le daba en herencia al hijo el modelo del papá, el abuelo y los tíos. Muchas mamás, abuelas y tías aupaban estos vicios en los muchachos para que se formaran hombres cerreros y se evitara la desgracia de tener en el rancho un muchacho puchungo. Por otro lado, sucedía que el campesino peligraba mucho por cuenta de la abundancia de los animales ponzoñosos. De todos es sabido que el olor del tabaco, el fletarse chimo en los tobillos y los jarretes espanta a las culebras. Ponerse aguardiente con ajo morao en los ruedos de los pantalones espanta a estos animales. Mascar el tabaco en rama y escupir aguardiente en las picadas de avispas o avejas es el remedio para estas ponzoñas. Uno no salía al conuco o al monte si no se cruzaba en el pecho una buzaquita con una carterita con cañaclara, barbasco, guaco, tabaco, por si un animal de estos te envainaba mordiéndote una pata. Pero los mayores te enseñaban a mascar chimo. Te enseñaban que si te echabas un tanganazo de cañaclara antes de meterte en el monte era más efectivo porque llevabas la contra dentro del cuerpo. Y así cada mayor tenía un cuento que te iba metiendo poco a poco el gusto por estas bebidas. Yo también tomaba cervecitas y ron.
Volviendo a lo de las mujeres de la vida y las taguaras de rajá caña, ja ja ja. En dónde estaban los Portales? allá abajo (donde está el metro ahora); donde pusieron el terminal de Petare cuando terminaron la avenida Francisco de Miranda. Todo ese espacio era llamado los Portales y había una callecita donde estaba el bar Caurimare. Con el pasar de los años a un lado de esta callecita unos portugueses levantaron la pollera más famosa que ha tenido petare, esa era la "Mina de oro". Esta callecita que yo te estoy nombrando era conocida por los petareños como el callejón del medio. Este fulano callejón era muy concurrido porque era un sitio de ambiente de mujeres y en el bar Caurimare trabajaban unas mujeres buenísimas y siempre salía un chance de llevarse alguna a la pieza.
Exactamente frente al callejón del medio, en los mismos Portales; había un establecimiento o negocio, un pequeño comercio y dentro el piso era de madera y levantando una compuerta o ventana en el piso se bajaba por una escalerita pasando a una habitación debajo del piso de este pequeño comercio, que era como una especie de almacén que ofrecía en mercadería de todo un poco. Como un abasto de mercancías. Este cuartico era alquilado por un ratico y te acostabas con la mujer que tu llevaras. Aquí se vendía licor, víveres y alimentos. Los asistentes al pueblo desde los puntos aledaños o poblados y caseríos llegaban con sus vestias de carga o arreos y en los ventanales de las casas de los Portales amarraban sus animales mientras hacían sus diligencias en los establecimientos. Petare siempre ha sido un alboroto de gente. Así como tú lo ves ahora, pero antes las gentes era más sana, más buena y no tan malamañosa como hoy día. Todo esto que te estoy hablando pasaba a pocos metros de aquí donde está la redoma, donde acaba la Francisco de Miranda y ahora está el metro. Las mujeres más famosas, por sus mañas y veteranía eran la Chandia “Carmen Chandia”, otra que la mentaban la tragavenao, la mocha, la yilé y la escopeta. Cobraban 3 o 4 bolívares por llevarla un rato a la pieza y acostarte con alguna de ellas. Habían otras, pero éstas eran las más buscadas. Jejeje.
También se contaba con otra salida pa' estas necesidades. Había unos cuartuchitos o piecitas allá abajo adonde después levantaron el gran muro. El dueño de estas piecitas de zingar era un señor de nombre Próspero y ya después de viejo, las últimas veces que lo ví se ocupaba de vender pescado fresco en Baloa junto al puente de guerra.
Te quiero contar, ahora, algo curioso de esta Carmen Chandia. La familia Chandia era petareña vecina de la Urbina. El Cabeza de la casa de ésta familia era el Sr. Pablo Chandia. Sus hijos era Sótero, Lucas, María y Carmen Chandia. La mamá de éstos muchachos sí no recuerdo como era su nombre. María y Lucas, que eran hermanos, engendraron un hijo que le pusieron el nombre de Juan. Juan Chandia. Hasta hace unos pocos años Juan Chandia vivía en Barrio Unión de Petare. Muy buen cantador de rancheras, sí que provocaba oír esos corríos mejicanos. A pesar de ser hijo de dos hermanos, Juan era totalmente normal de la cabeza y no como creía todo el mundo que de la misma familia podía salir un atarantao o un gafo, o un torcido del cuerpo. Eso es asombroso chico ¿“No crees tú?” Ya para acabar este asunto de la familia Chandia, aconteció hace un pocote de años que estando la mamá de los Chandia bastante enfermita postrada en un catre, los hijos decidieron sacarla del rancho y colocarla en los surcos de los tablones de caña, imagínate esta locura, allá arriba en la Urbina, ahí, a la vera del camino polvoriento acabó su vida esa pobre mujer. Eso si que es una verdadera tragedia ¿Y cómo acabo sus días Carmen Chandia? Loca y desnuda pateando las calles del pueblo y nadie sabe cómo desapareció de por todo esto. A lo mejor hasta fue el mismo Guaire que la arrastró y la sembró en el Encantado. Quién sabe.
Mi familia llego a vivir en Mariche en tres lugares diferentes. Tres haciendas: Las Tapias, la Guanasnita y Cabeza e' Tigre. Tiempo después nos mudamos a la Urbina y llegamos a vivir en el Jobo, las Verdes y Moreno. Luego la familia nos regresamos a vivir en el Hoyo de las Tapias.
Moreno quedaba donde empieza la Cota mil por la pata del Ávila. Por donde se sube a Galindo. En los terrenos de Moreno quedaba la empresa Yukery, la cervecería Unión y una textilería. Las Verdes quedaba en lo plano frente a donde actualmente queda el barrio San José de la Urbina. Casi al frente estaba el Samán. Aquí quedaba una escuelita y aprendimos a leer y escribir, na' más a eso. En Marrón quedaba una vaquera y una alfarería que era propiedad del esposo de Eladia Blanco, hermana del compadre Enrique Blanco y Juan Blanco, de los Blanco de Boleíta. Marrón quedaba a poquita distancia del Samán de la Urbina.
El Convento quedaba donde hoy día queda la técnica Industrial Don Bosco en la avenida Rómulo Gallegos. Todos estos espacios eran de la hacienda de caña dulce el Convento. El Jobo, realmente era una calle y todos la conocíamos como la calle del medio y unía a Moreno con la parte de la Urbina que estaba pegada al pueblo.
Arvelo, estaba por los lados donde ahora hace poco hicieron el Coliseo, cerquita de las faldas del Ávila y próximo al Samán. Allá donde todavía queda el torreón del trapiche.
La Batea era todo ese espacio que hoy ocupa el terminal de pasajeros de Petare frente a la maternidad. Por ahí pasa el río Caurimare. Hace bastantes años el concejo mandó a colocar asientos o bancos para que la gente se sentara a hablar y vieran las aguas cristalinas de este río. Casi toda las dos orillas del Caurimare estaba cultivaíta de matas de berro, verdolaga y cilantro.
Cuando mi familia se muda por segunda vez al Hoyo de las Tapias estuvimos allá por algún tiempo; mi papá decide regresarse de nuevo al pueblo y nos alquilamos en el sector el Mosquito, que es la parte baja de maca, hoy barrio la cruz, alquilados en un rancho propiedad de un Sr. de apellido Valladares y cobraba 60 bolívares mensual. A los pocos tiempos agarró mi familia para el sector Casa e' tabla, en los pinos pasando Puente e’ Maca. Total, que estuvimos alquilados en cuatro casas diferentes. Cuando cae el gobierno del general Pérez Jiménez tomamos un terrenito en el barrio Bolívar y ahí la familia levantó una vivienda propia, terminando nuestra errandá de por todo este municipio aún siendo hijos de esta tierra. Es que antes todas estas tierras eran de algunas poquitas familias y las demás gentes pobres teníamos que vivir alquilando puntos o mendigando estar arrimados en las haciendas. Así fue como la familia dejo esa saltadera de aquí para allá entre Mariche y la Urbina.
Hasta no hace mucho el Dr. José Gregorio Hernández visitaba la pobreza que habitaba los ranchos, pero eso era por caracas, por estos montes no, que va, pelen por sus brujos je je je.
Aunque mi mamá en su altarcito tienía un lugar especial al Dr. José Gregorio, ¿“tú has visto la foto donde está el Dr. José Gregorio con su bata blanca atendiendo a un moribundo sin camisa al aire libre y al fondo el cerro el Avila?” bueno, esa foto la tenía mamá y le ponía su velita siempre. De esta manera alentaba los padecimientos porque mamá le teníe fe.
No recuerdo en que gobierno fue. Si Rómulo Gallegos o Isaías Medina, pero lo que si es cierto es que yo era bien muchacho. Unos hombres vestidos de caqui con unos cascos de aluminio andaban en burros pateando caseríos y haciendas. Censaban a las gentes de los ranchos y daban unas pastillas para los parásitos y le regaban DDT, creo yo, era para exterminar los zancudos y las plagas que habitaban y compartían la vivienda con nosotros.
Nos explicaban lo dañino que eran los chipos y el agua estancada. A éstos sanitaristas le decíamos los chiperos. Nos explicaban que había que lavarse las manos antes de comer, tapar los depósitos del agua que la familia se iba a tomar, hervir el agua y nos dejaban fotos de los inseptos dañinos para los hombres y así aprendíamos a conocer semejante plaga viendo estas grandes láminas pegadas en alguna pared de la sala.
Volviendo a los curiosos. Por detrás del calvario del Hatillo, eso es por allá arriba en aquella dirección, había un brujo bien faculto llamado Julio Vargas. De verdad que este señor sabía y lo buscaban bastante. Era conocido por todos estos lados de Petare, Baruta y el Hatillo. En lo que hoy es el barrio Sucre de aquí de Maca; antes eso era parte de la hacienda el Mosquito, allí vivía otro faculto bastante solicitado que se llamaba el Sr. Canuto. Y mi mamá siendo joven fue atendida por el brujo Negrín, que era el más famoso de todos en los tiempos del general Gómez. Yo no lo conocí de cuerpo presente. El nombre completo era Jesús María Negrín. Aquí lo más solicitado por los más jóvenes es el Pérez de León, pero los más viejos le tienen más fe a los brujos que a los hospitales. Fíjate que los médicos de eso saben mucho porque ellos analizan en los laboratorios lo que tu obras, la infección que tienes y te siguen investigando otras cosas y otras más y cuando te entregan los resultados a los días, es que otro médico te receta la medicina. Mire, en todo ese tiempo que usted espera esos resultados puede venir parando en algún güeco de San Miguel. Pero con los brujos es otra cosa. Le llevas un poquito e' miao si el enfermo está bien lejos y no lo puedes trasportá hasta el artal del curioso y eso es viendo a la luz de la vela y curucutiando el tabaco y en el momentico te dice el motivo de la obrantina de sangre, el pujo, la culebrilla, un vomito negro, si es natural o puesto. Te vas donde el enfermo con la tomita y cuando llegas puedes notar la mejoría. No ves que te lo estaban rezando desde el artal. Y esos resultados son de inmediato. Así, zas. El medico no. Dime tu algo sobredeso je je je."
(Fin del testimonio oral)
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