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Julio Borromé / Blas Perozo

Actualizado: 25 ago 2020



DEL DIARIO HASTÍO DE FREDDY ÑÁÑEZ

UN ELOGIO DEL FRACASO Y DE LA SOMBRA

Julio Borromé

[Arrojar al otro a la soledad de su idea.

Devolverle su orfandad intelectual. Esta es la labor de un pensador.] (756)

F.Ñ.

Una interpretación que —de la lectura Del diario hastío (2009-2017)— procure aprehender aquellos motivos del pensamiento de Ñáñez en virtud de los cuales sea posible delimitar un ámbito de significación y, en un sentido más restringido, buscar allí elementos de relevancia varia concernientes a la confesión, deberá pues proceder como si buscara un decir temperamental inscrito en un territorio filosófico cuyo mapa deja fuera de su trazado todo lo que no se registra estrictamente en la cuestión del individuo. Más que una búsqueda seguir un decir temperamental, que en algunos aforismos aparecerá con relativa nitidez en tanto que en otros será necesaria una tarea de análisis más mediata, que tendrá en cuenta motivos de muy diversa significación en la escritura de Ñáñez.

En cualquier caso, se ha buscado seguir el carácter del enunciante Del diario hastío según un desenvolvimiento que no siempre es estrictamente cronológico, conforme a un criterio de lectura que si bien ha privilegiado unos tópicos y unos aforismos por sobre otros, reconoce la negación de poder aislar un registro cualquiera del contexto enunciativo y del planteo general del diario de Ñañez, sólo en el interior del cual alcanza la posibilidad de libro “maldito”.

Así los siguientes conceptos: “Tedio”, “Dios”, “Escritura”, “Angustia”, “Destino”, “Hombre”, “Amor”, “Tiempo”, “Vida”, “Poesía”, “Fracaso”, guardan, en un orden en el que las palabras alternan el cifrado del enigma y la versatilidad, una relación agónica donde cada concepto remite al anterior; o componen una constelación que se hará presente de manera diversa en las diferentes estaciones de confrontación, donde un concepto alcanzará, alternativamente, primacía sobre los otros según una relación de abismo y superficie, de ausencia y presencia. A la vez, tomando por base algunos nudos temáticos que hemos considerado fundamentales, en distintos pasajes del diario cuya atención resulta fecunda por cuanto se trata de reflexiones cuya temática se vuelve paradojal.

No se buscará, en suma, la elaboración de un texto orgánico sobre un libro que no lo es, sino acompañar la pulsión de la voluntad, la voluntad por la que Ñáñez ha intentado pensar su oficio de poeta y su época, mostrando —tal la tesis de mi ensayo— la condición maldita de un pensamiento inactual y explicitando en qué medida éste se articula decisivamente a la crítica de los fundamentos de la filosofía, la cultura y la política occidentales. Esto es la expresión de una particular manera de decir en orden a una cierta experiencia de cómo los conceptos son llevados al extremo de su significación en cuanto Ñáñez piensa en ellos desde una exigencia de un pensar que se vuelve sobre sí mismo a martillazos.

Del diario hastío está escrito en aforismos. Adquiere así la forma de un círculo que abre su decir en el momento de cerrarse, o bien de un juego de espejos entre el inicio y el final, que permite a su vez la aprehensión de los reflejos de los fragmentos. En este sentido, los tópicos centrales Del diario hastío, son tomados de la ontología del presente, como radicalización de su decir, elevación a la máxima potencia, de la paradoja, el humor y la ironía. Ñáñez registra en el diario, la política de la opinión, Dios compensa al sano y abandona al proscrito, el poema es la tachadura del paisaje, la vida es lucha diaria, el fracaso importa en la medida en que combate la hipócrita victoria de los que comulgan con el producto fabricado de las ideologías tras el juicio de Dios. Todo se juega en el aquí y en el ahora. La vida en el más allá queda subordinada a la existencia plena en tanto la prueba misma del vivir radica en el dominio del dolor.

Todo cuanto está normalizado en el mundo de las apariencias, el mundo de los discursos sostenedores de la “verdad”, los convencionalismos sociales y religiosos en tanto el hombre depende del reconocimiento de la opinión pública. Todo orden del mundo de la normalidad y de la creencia, se cuestiona y se interroga desde el momento en que opera el despejamiento de una perspectiva. Ya sea desde la retrospectiva de Ñáñez en tachar y enmendar lo dicho o desde la interpelación de tal o cual ente, la perspectiva del diario surca la tradición y se instala en una recepción crítica que retorna evento y marca el recorrido a contrapelo.

En Del diario hastío se puede leer un aforismo y deshacerlo en el otro a instancias de una posibilidad de reduplicar lo que apenas alcanza para decir el carácter impersonal de la escritura. La escritura del aforismo, así lo pensamos, es ya un corte transversal dentro de la literatura y va contra la voluntad de los grandes relatos. Ñáñez emplea el aforismo en un mundo donde prevalece el relato periodístico, la literatura urbana de placer líquido y la novela del exilio escrita dentro o fuera del país.

Escribir un diario, en la forma como está escrito Del diario hastío, es una apuesta analítica librada de esa temporalidad asintomática literaria de nuestro tiempo. La irrupción del aforismo de Ñáñez caracteriza una forma de pensar y de apropiarse del mundo a través de un concentrado modo de aprehender los fenómenos y la experiencia tal como ésta viene dada para revertirlos de una novedosa expresividad. La escritura aforística en este sentido formal y semántico está inscrita en una tonalidad de carácter que tiene que ver fundamentalmente con un pensamiento antisistema y de choque, de pronunciamiento de un “yo” enigmático pero también lúcido, suspendido sobre un abismo.

El aforismo de Ñáñez nunca define el estado actual de un concepto o de una aseveración crítica respecto a un determinado tópico, sino abre la experiencia de la imposibilidad de la palabra en definir de una vez y para siempre el referente aludido. De ahí que el aforismo empleado por Ñáñez es una forma provisoria y latente de decir las cosas, sobre éstas siempre se vuelve a decir y cobra lugar preeminente la repetición, el juego de espejos, la promesa de no hallar sino el residuo de lo que se quiso decir, y sin embargo, toda la fuerza de la palabra radica en esa imposibilidad óntica.

Para desviar la mirada del habla convertida en ruido, rumor y chisme, Ñáñez exige desplazarse, errando sobre el aforismo, cabalgando los silencios y habitando los espacios para dejar huella, mirada y dicción. Esa forma inactual y precaria que despliega su potencia y toda su formulación vigoriza un acto de soberana imposición de la voluntad, en el sentido de Schopenhauer, de principio conductor. De modo que el aforismo además de ser un modo de comunicar en cuanto es el mismo punto de partida del individuo en su más extrema posibilidad de expresión vital, se resiste a la integración de lo que permanece estable.

Ñañez si algo fundamenta es un pathos. Este alcanza una correspondencia en el registro propiamente del decir contra el carácter equidistante de las reificaciones victoriosas del discurso de los grandes relatos, de la política y de la literatura que circula alegremente desencadenada de todo poder de convicción. Al aforismo le corresponde la revelación del propio objeto en diferido, en cuanto conjuga el aquí y el ahora en esa materia de extraña fecundidad visionaria. Visión ofuscante y poética, como de presencia desplegada a lo largo de su oscura luminosidad. Visión ensamblada en un habla que designa una época de dioses ausentes.

En esta época líquida, de banalidad, de dioses huidos, de ficción informativa y de comunicación instantánea a pesar de la creciente soledad de los cibernautas, escribir un diario es un acontecimiento inactual, marginal, de la diferencia y de rechazo al canon que impone cierto discurso del consumo y que todos gozan desde la usura que produce su compra por el cual los lectores se apropian del mercado de los sentidos. Del diario hastío de Ñañez necesita tiempo y distancia para pensar(se) y apertura hacia la movilidad y la errancia del pensamiento que no da tregua en la medida en que combate al lector desde lo que se va desprendiendo de la episteme. O se da el tiempo necesario para ir sustrayendo el caudal de pensamiento y de violencia textual del diario o se rechaza de entrada toda palabra y se lanza el libro por la ventana con la misma honestidad con la que Ñañez escribe parte de lo que quiere comunicar.

En la propuesta Del diario hastío, ¿acaso no es tarea del lector buscar entre los pliegues del sentido lo que allí no está escrito? ¿Qué impera después del silencio? ¿Qué apariencia más sustancial está detrás del espejo? ¿Qué irrumpe después del fracaso?

Ñañez escribe un diario compuesto de aforismos. Es señal inequívoca de su inactualidad en un mundo donde la palabra está vacía de sentido y procura perderse en el laberinto de las imágenes telemáticas y del periodismo ramplón. El diario es señal de la falta de continuidad con su tiempo a pesar de que le es inmanente y lo hace evidente en la aporía no reconocida en el pensamiento de filiación tangencial. Allí hay una fisura, un corte abrupto, una deriva, un abismo. Lo inactual en Del diario hastío es pensar lo presente con sentido maléfico sobre la marca de un giro destructor de lo constituido plenamente en el mundo.

[El aforismo propiciatanto para quien lo escriba como para quien lo lea—, un reencuentro de imágenes borradas. Vamos a él, unos y otros, a suprimir las nuestras, a desgastarlas en el fuego de ese instante ajeno.] (1034)

Todo lo que podríamos considerar como los primeros testimonios de inactualidad Del diario hastío proviene de una concreción “maldita” que viene de rechazar el Bien y los dogmas del pensamiento que conminan al hombre a entregar su voluntad a fuerzas externas, a resignarse a la felicidad divina, a vivir la tranquilidad burguesa del intelectual. Esta maldición constantemente anima a Ñáñez. De ahí el antihumanismo del diario que desconoce el legado de la modernidad y de su fundamentación metafísica, en este punto deconstruir lo esencialmente fundado define un modo de ir levantando una localización nómada en el terreno de la existencia y de la cultura.


Todo itinerario del diario es una revuelta contra lo aprehendido y políticamente aceptado. En ese punto el individuo Del diario hastío interpela, formula preguntas, se pone máscaras, se desarraiga, se descentra, se poetiza en un juego que se pone serio cuando las respuestas no dan en el blanco y son éstas errancias del decir negativo. Y no dan en el blanco porque las respuestas nada quieren demostrar ni estatuir certezas filosóficas o darle cabida a la opinión pública. En este punto sabemos qué es lo que se juzga y salimos del engaño, pero nadie sale ileso ni librado del propio hastío, sin tener que mirar lo que ya es ruina, y sin embargo, se descubre en la negatividad la potencia posibilitante que surge en la desposesión de lo fundante.

Del diario hastío es una errancia maldita que se piensa en la condición del desamparo creador, errancia desplazada con sus mil máscaras en medio de la indigencia de un mundo domesticado a fuerza de felices sueños. La trasparencia, el nomadismo y la imprecación no encuentran resguardo concluyente en la verdad, en la ficción y en la esperanza, es decir, en la filosofía, la literatura y la cristiandad. Lo que impone la tradición al pensamiento Del diario hastío adquiere grado de complejidad mayor porque Ñáñez promueve una resistencia a la intemperie, sin báculos, sin ropajes desérticos y bajo ningún sol calcinante. La trampa del nihilismo está contenida no en un nuevo humanismo que no predica Ñáñez, sino en la radical errancia de beneficios y pérdidas, de construcción y destrucción, de la necesidad y el abandono de pensar(se) sin resoluciones definitivas, y sí desde el pensamiento poético. Otro modo de encarar la literatura y la existencia en el pensamiento del afuera, para decirlo con Michel Foucault y Maurice Blanchot.

¿Qué nos queda después de la orfandad? ¿Qué le queda al creyente cuando no tiene fondo de donde agarrase y Dios lo abandona?

Ñáñez responde con el hastío y Pessoa-Soares con el tedio. Nos parece que no hay similitud en los conceptos que en sí mismos provocan roces de destino y no marcas de fatalidad. Es más fatalista Pessoa que Ñáñez, más quejumbroso y nostálgico Soares que parece poder expresarse como un recorrido de calle hacia la nada, a pesar de la conjunción de pareceres en Del diario hastío: […Ser un tanto triste me propongo ahora. De esa tristeza de plaza vacía que deja ver lo que es salvajemente hermoso.] (283) Lo de Ñáñez es voluntad pura formada como apertura y experiencia sin que llegue a experimentarse el fatalismo como una filosofía, fatalismo en el cual Pessoa se identifica y por el cual se anula para dar forma y lugar al heterónimo. Ñáñez no se deja vencer del todo porque lo asiste la temporalidad propia. No siente apego al paisaje, ni al retorno de las ideologías ni teme la vuelta de una verdad olvidada. Le es indiferente cuanto acontece porque todo acontecimiento empieza y termina de distintas maneras y son éstas las nuevas posibilidades de prepararnos constantemente para la vida.

Pensamos que en Pessoa-Soares la voluntad está presa del mundo, en el esto y en el aquello que mira a un mismo punto filosófico desde un estado del alma. En Livro do desassossego leemos que el tedio no sólo es “aborrecimento do mundo, o mal-estar de estar viviendo, o cansaço de se ter vivido; o tédio é, deveras, a sensaçao carnal da vacuidade prolixa das coisas… [sino] sensaçao física do caos, e de que o caos é tudo”. La voluntad en Ñáñez no resulta vencida, sólo se estremece al roce con el mundo y asimila el fracaso en todos los ámbitos de la vida. El individuo se guarda de enmascararse lo suficiente como para no quedarse con la única representación escénica en el teatro del mundo.

¿Cómo ser Edipo, Layo, Creonte y Yocasta con una sola máscara? El individuo Del diario hastío se metamorfosea en sentido poético, por eso deviene y traza su voluntad en otro pensamiento, el de la creación: [Reabro el D.H. para reafirmar que un escritor no es alguien que es, sino alguien que escribe siendo.] (1068) [Crear es conmemorar y olvidar a la vez. Una acción precedida por otras y a partir de la cual habrá que reconocer el devenir.] (1115) El caos de Pessoa no es el mismo caos Del diario hastío. En Ñáñez es creación paradójica, fulgor repentino que ilumina la propia sombra y da paso al destierro, a la brisa, a los ríos; y no es convertibilidad y adecuación al misterio de la revelación de una verdad única.

[Pensar es siempre pensar contra lo ya pensado. Es devorar el sentido precedente con la fuerza de un nuevo sentido.
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Un nuevo sentido equivale a una nueva identidad, luego, quien piensa lucha contra sí mismo] (826)

Ahora bien, el núcleo de la tarea filosófica de Ñáñez se halla en relación a la disposición de considerar el fracaso como parte fundamental de su poética. El fracaso es un rasgo maléfico Del diario hastío, que hay que pensar no sólo en el modo de una caída en algún punto de la existencia, sino desde su potenciación en virtud del cual se hace posible la actualización del lado negativo del ser humano, respecto a una presunta hegemonía recta y buena de la gesta humana.

Por el contrario, la cultura occidental nos enseña a alcanzar la victoria aún si atropellamos al perdedor. Todo nos insta a ganar a cualquier precio, mediante distintos mecanismos y procedimientos, por encima de la vida. Desde la familia a la formación escolástica en los rediles universitarios, el individuo está formado para vencer a un oponente que la misma sociedad se encarga de producir en serie. Es la producción de la gerencia competitiva, el gesto reactivo y reaccionario de la sociedad neoliberal. El sistema dominante no forma educativamente para el darse cuenta que la incertidumbre es un componente de la vida. La incertidumbre genera desaciertos y fracasos en los proyectos definidos por el individuo. De ahí la constante lucha por la existencia que encontramos en Del diario hastío.

¿Cómo hacerle frente al azar y a la incertidumbre? Ñáñez responde, aceptando el lado siniestro de la naturaleza humana. Estamos en la obligación, sin temor alguno, de desbloquearlo para reconocernos en esa otra mitad ontológica que nos comprende en tanto seres humanos. Es la reactualización del poema de Parménides juntando la diurnidad a la nocturnidad de los caminos por donde la verdad pasa. Es la aceptación del principio del mal en la construcción de una sociedad del Bien.

Ñáñez dice: [Entonces si el fracaso es inevitableincluso necesario para el sustento y porvenir de la vida— ¿cómo no darle algún sentido?] (511) En esto Ñáñez incorpora el otro lado, “la sombra”, en términos junguianos, con lo que logra dar equilibrio a un componente raizal del hombre que busca integridad plena. Con la aceptación del fracaso la sociedad favorece la salud mental de la población, que es lo que menos le interesa al poder. El objetivo del sector dominante es producir psicópatas, neuróticos y suicidas, para ello tienen hospitales, clínicas, fármacos y cárceles donde atemperar el delirio.

El fracaso y la sombra son negados por la psicología tradicional y las religiones occidentales que los ocultan a través de sus mecanismos represivos. Es precisamente este aspecto del hombre que Ñañez previene contra toda estulticia. El fracaso inherente a las acciones humanas justifica el deseo de vida, las ganas de levantarse por cuenta propia con el fin de no seguir el camino de la impostura y la mentira de la mediación externa hecha por el poder, el canibalismo médico, la cultura y la religión.

El fracaso y la sombra son susceptibles de ser comprendidos en un ámbito de mayor profundidad de la naturaleza humana. Estos dos aspectos implican una vía hacia la estabilidad emocional y psíquica del individuo; y su plena realización convoca el otro lado que permite una creciente comprensión del ser humano a la luz de la propia existencia, prescindiendo de una re-localización y de una hermenéutica científica convencional que privilegia un polo y amputa un lado fundamental de la vida. El fracaso en Ñáñez no es algo positivo, su forma más propia y su figura inacabada cobra un modo de ser negativo.

[El maestro mediocre te dirá: “aprende de los fracasos.” El verdadero maestro es el que te enseña a fracasar.] (788)

Imaginemos una sociedad donde a nuestros hijos se les enseña a fracasar. Estaremos lejos de la opinión de los demás y de la influencia del cine hollywoodense, la información escrita y audiovisual, la televisión, la heroicidad del comics, los modos de cultura impuesta, la Internet que son los encargados de moldear la personalidad en base a una cultura del triunfo que termina siendo la guerra contra la diferencia, la guerra contra el negro, el homosexual y las lesbianas, la guerra contra la mujer y la naturaleza, la guerra contra el paria y el exiliado, la guerra contra los que no entran en el redil de los mismos pareceres de acuerdo al mundo donde se vive y se comparte una sola manera de ver, sentir y pensar la vida.

En esta sociedad se forma a los futuros profesionales asalariados en la colección de formalidades sociales. Esta experiencia no da lugar a la batalla por la vida que es el sentido de darle impulso al fracaso que revierte la pérdida, fortaleciendo el carácter y emprendiendo un proyecto ético. Lo que sí prevalece en la sociedad es el vacío, la neurosis, el deseo de imitar lo que por sí mismo el individuo no cumple porque se tropieza a cada rato, rueda y cae. Y la exigencia del medio donde socializa es vencer, morir y fantasear que es algo más que desperdicio humano.

Con Del diario hastío nos preguntamos: ¿Qué lección duradera tienen los individuos si se acercan a la vivencia interior de comprender el fracaso y que éste forma parte de la vida? ¿Sobre qué bases el individuo levanta el proyecto inacabado de la ética? ¿Qué sentido del amor propio sostiene el individuo frente a la indulgencia del otro?

No podemos afirmar sobre una previa dominación. Sólo la consistencia fija acorde a la incondicional subjetividad de la resignación desaprueba su carácter negativo. Con Ñáñez la coincidencia opositora es clave para darle una lectura al fracaso como conciencia de la lucidez remitente a una reconducción negativa dentro de la misma composición psíquica. Además de romper con el dualismo y la dicotomía derivada del dominio de la filosofía occidental.

Ya en los aforismos (18), (61), (328), (364), (511), (532), (542), (556), (582), (608), (654), (788), (814), (851), (908), (1050), (1085), (1170), (1301), el fracaso es el tema nodal de Ñáñez. El poeta prepara el terreno para dar la batalla filosófica y literaria en una sociedad que privilegia y promueve el triunfalismo como un valor del individuo, valor que tiene que ver con los postulados de la sociedad neoliberal. Esta sociedad es, en esencia, la libertad para el consumo y para la con-formación de un individuo acrítico y blanco de las campañas publicitarias, conectado a la opinión pública y al pensamiento escolástico. La sociedad neoliberal modela un criterio uniforme, homogeneizante del hombre y de los problemas mundiales y cumple de modo categórico la perfecta ausencia de sentido.

Ñáñez está convencido del sentido del fracaso que está en el mismo rango de su afirmativa voluntad: una manera de darse y de provocar una deriva de sí mismo, como resistencia y enfrentamiento ante la cultura impuesta. Ñáñez escribe: [Hoy fracasar como escritor significa mucho más que no ser leído. Supone que nos hemos librado del periodismo y la autobiografía (únicas fuentes del éxito). Conque no ser nadie para la gran masa de lectores de prensa, en el fondo, es un fracaso digno.] (654)

Ñañez sin la pretensión de crear una paideia Del diario hastío promueve el reconocimiento y la aceptación de lo que yace oculto en el individuo y que a lo largo de los siglos está cada vez más olvidado porque el poder de la normalización de la sociedad impone el control de la vida, la confiscación del sueño, el desdén por la poesía, la racionalización del instinto, el encarcelamiento del delirio y la vigilancia del lado siniestro del individuo. Así, el material reprimido y la voluntad de vivir son definidos como algo fuera de lugar y no hay otra manera de censurar que etiquetar y excluir toda manifestación que se oponga a cierta expresión de la vida consensuada donde sólo la sociedad impone el reconocimiento de quien habla y traza los dispositivos y las estrategias de quien dispone de los medios de información de masas (digitales, electrónicos, telemáticos, líquidos) e instituciones médicas carcelarias para tener un control cada vez más personalizado de los individuos.

Por ello pensamos que otras de las batallas Del diario hastío, se da en la en el terreno del habla poética, de la experiencia del habla en dialogo y de guardar silencio como exteriorización de un interior poético. Es ahí donde se gesta el decir de Ñáñez, en la apertura, en el “decir veraz” y en la hospitalidad de la poesía. Gran parte Del Diario hastío es una poética, un pensar la poesía al margen del discurso de la literatura y de la retórica de la opinión pública. En la sociedad occidental prevalece el ruido, la banalidad, el espectáculo, la inautenticidad y el vértigo, y si hay algo que es decisivo en Ñáñez es el tiempo para cultivar el pensamiento, el silencio y la poesía.

Con Ñáñez, así lo pensamos, se trata de abrir un boquete que conduce a la autenticidad de la vida que en estos momentos es re-presentada por las ficciones sociales y por la inoculación del miedo mediante ensayos de “epidemias psíquicas” programadas. Y la poesía de Ñáñez precisamente da cuenta de ese momento originario de apertura que se establece cuando el poeta nombra e instaura una verdad entre tanta mentira construida alrededor de un lenguaje de vocación instrumental y de dominio.

La poesía en Ñañez no es la estación del lirismo por el lirismo, sino la estación del decir auténtico donde la experiencia es posible como encrucijada y desencuentro. Por supuesto, es otro el tiempo de revelación de la poesía donde acontece y donde la palabra establece un puente entre lo visible y lo invisible. Lo invisible es lo que la sociedad en su ceguera oculta y lo visible es el trabajo excesivo de esa sociedad por la reificación del mundo. El tiempo y la palabra del poeta Ñáñez es el tiempo donde no hay promesas y la vida brota espontáneamente de la presencia. Es el habla familiar y lejana del poeta la que reapropia lo fundamental en el hombre, su lucha, su mirada, su destierro. Del diario hastío trascribo un poema

INFANCIA EN EL PAISAJE
I
Está escrita en este paisaje
Y habla sola y crece y se achica como los otros ríos
Más sonido que imagen, presentimiento antes que recuerdo
(mucho menos que un pájaro)
En esa escritura cupo toda la tierra y se hizo una con el
olvido
Tiembla, no gira
En derrumbe nunca en expansión
(ya no hay lugar en su pisada)
II
Paisaje, ¿quién fue tu autor? —La costumbre y el ajeno
oficio de mirarnos
Infancia, ¿qué sé de ti? —Lo que alcanzan a decir
las ramas cuando las mece el viento o cuando evita tocarlas
Fecha de lluvia en un año estío
Y de todas maneras triste como este lugar que no envejece.
(Santa Ana, 1994)

Es quizás hora de plantear con Ñáñez un tercer momento. Lo que podemos encontrar como el lugar y el habla del poeta “maldito”. Esto nos ofrece la oportunidad de colegir el contraste entre el poeta y el relegamiento del hombre de la sociedad. En este sentido, los medios digitales acercan al hombre con una velocidad acrecentada y automatizada, y sin embargo, cada día que pasa la distancia y la incomunicación amenazan el verdadero encuentro. Ñáñez, contra la creencia común que hace del poeta un escritor para las masas, espera del poeta el cultivo de la soledad, aquella soledad del mediodía nietzscheana, la soledad que hiela el alma y que evidencia la intimidad con lo que vendrá al mundo.

El poeta sospecha de todos contra todos en la búsqueda de exaltar el bien común sin propósito ni medida. El poeta necesita soledad, el destierro, la retirada, sólo en esa autosustracción de la sociedad, cumple su auténtico apostolado. A excepción de su dominio está poblado con lo que existe y no implica un límite, ni un fin (por el contrario, el poeta recién comienza en la época a dimitir de los últimos hombres y a preparar la nueva aurora). Leemos el aforismo (829) [¿Cuándo es un poeta verdaderamente útil a la comunidad? En el momento en que se descomuna y se aísla. Sólo así, desde esa altura de su soledad, logrará ver las nuevas formas que un día serán comunes.]


Para descargar o ver en línea El diario hastío de Freddy Ñañez ingresa en el siguiente link: https://app.box.com/s/05ndgu7eafzam2t2dq9ekit8s74c5g2a




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